Edición de Autor. Resistencia, 2001
jueves, 27 de septiembre de 2007
Letras Derramadas. Poemario
Co-autora.
Selección de Poesía. Bianchi Editores (Montevideo, Uruguay) y Ediçoes Pilar (Brasilia, Brasil). 2001
Labels:
Publicaciones propias: poemarios
Trópico Sur. Poemario (antología)
1994 Antología paraguayo-argentina. Asunción, Editorial El Augur.
G. Elizabeth Bergallo
Martín Alvarenga
María Laura Riba
Jorge Sánchez Aguilar
Jorge Canese
Lourdes Espínola
Mabel Pedrozo
Miguel Ángel Fernández
Hernán Jaeggi
Ana Camblong
Aldo Cerrutti
Yiyú Finke
Héctor Osvaldo Mazal
Alicia Segovia
Olga Zamboni
Sylvia Lesa
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Publicaciones propias: poemarios
viernes, 21 de septiembre de 2007
Huevo de Nácar
Del libro "Ivy Marae´y" Tierra sin Mal (Serie Conocimientos Prohibidos)
No había caminos en la gran noche del principio
sólo Ñanderuvusú conocía el camino,
como el relámpago conoce el suyo y lo hace y lo deshace al instante...
Fragmento Apapókuvá-Guaraní
Mientras las llamas de la tarde iban encendiendo desafinadas
el Paraná
era un relámpago mudo, hundido, nosotros
estábamos perdidos como flamencos
sorprendidos
en la boca de la tormenta;
las chicharras derramaban su canto en el silencio
y los ojos de los árboles se abrían como melindrosas alas
de murciélagos;
y la punta de la lengua húmeda del agua aún
no recogía mi rostro, ni mis dedos
ni lamía todavía mis piernas como una fiera;
ni todavía yo temblaba
como tiembla la luna en el agua,
todavía era más oscuro el inmenso pájaro
que la empolla como
un huevo de nácar;
y lloraba esperando que caiga
la oscuridad
el cacharro apoyado en la piedra caliente
para
tostarse bajo la luna, mientras
el viento se movía grávido de truenos
en las hojas que flotaban en mi vientre.
No había caminos en la gran noche del principio
sólo Ñanderuvusú conocía el camino,
como el relámpago conoce el suyo y lo hace y lo deshace al instante...
Fragmento Apapókuvá-Guaraní
Mientras las llamas de la tarde iban encendiendo desafinadas
el Paraná
era un relámpago mudo, hundido, nosotros
estábamos perdidos como flamencos
sorprendidos
en la boca de la tormenta;
las chicharras derramaban su canto en el silencio
y los ojos de los árboles se abrían como melindrosas alas
de murciélagos;
y la punta de la lengua húmeda del agua aún
no recogía mi rostro, ni mis dedos
ni lamía todavía mis piernas como una fiera;
ni todavía yo temblaba
como tiembla la luna en el agua,
todavía era más oscuro el inmenso pájaro
que la empolla como
un huevo de nácar;
y lloraba esperando que caiga
la oscuridad
el cacharro apoyado en la piedra caliente
para
tostarse bajo la luna, mientras
el viento se movía grávido de truenos
en las hojas que flotaban en mi vientre.
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